viernes, 7 de agosto de 2015

La joroba de Juan Ruíz de Alarcón y su carácter vernáculo según Octavio Paz

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En 1939, el entonces joven Octavio Paz publicó en la revista Taller el breve ensayo “Una obra sin Joroba: Juan Ruíz de Alarcón”, donde dice: “Alarcón es una respuesta al siglo XVII español. En Alarcón, por primera vez, se presiente que lo mexicano no es, tan sólo, una dimensión de lo español sino, mejor que nada, una réplica”. Las razones que esgrime son de un psicologismo notable: sostiene que cuando el jorobado comediógrafo novohispano llegó a la metrópoli, se sintió inhibido ante la genialidad vital y fatal de Lope de Vega y que, deprimido anímicamente, tuvo una crisis de introspección: se “enconchó” en su giba corporal y espiritual, “esa monstruosa joroba alarconiana que guarda, sin esconder, todas sus lágrimas no derramadas”. Para Paz, la joroba es el símbolo de los demonios internos y sentimentales del dramaturgo, pero también es símbolo del patético teatro del siglo XVII español “con toda su violencia inmoderada, con toda su misteriosa ternura, con toda su impudente desgracia, henchida, hinchada de lágrimas”. Por ese motivo, sostiene que Juan Ruíz, herido en su persona y en su concepción de la literatura ante la presencia aplastante de los genios literarios que conoció en España, tomó una decisión radical: “en un callado, heroico esfuerzo artístico y ético, les dijo no a la Joroba de su tiempo y a su propia joroba”. Decisión profiláctica de liberación personal que, si bien lo salvó del abismo psicológico en que se encontraba, tuvo repercusiones literarias trascendentales: “El precio fue caro: al huir de su joroba, de su fatalidad, huía de la Poesía”, dice Paz. Ahora bien, lo importante del ensayo es dar a entender que de la negación de la Joroba simbólica se desprende el carácter mexicano de la obra alarconiana: “en el no de Alarcón está, como en cifra, todo el no de México”, “a la temperatura apasionada, religiosa y heroica de su tiempo, él opone la suya, hecha de mesura y dignidad”. El comediógrafo de Taxco usa la cortesía, la razón y la mesura como respuesta combativa a la ampulosidad insolente y patética de los ibéricos: “frente a la pasión de los españoles no opuso un estremecimiento más hondo que la pasión de una fina arquitectura de posibilidades y razones”. En esa oposición radica lo vernáculo alarconiano. Palabra de Paz.

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