La gente cree que la ignorancia literaria
se lleva con impunidad, pero hace cinco años me negaron el trabajo de mis
sueños porque los entrevistadores se dieron cuenta de que no había leído a
Jorge Cuesta. Ahora sé que el puesto al que aspiraba estaba destinado a personas
con un nivel literario superior al mío, sin embargo en el momento de la
entrevista mi confianza estaba depositada en el estupendo traje Príncipe de
Gales que mi madre, con muchísimos esfuerzos, me mandó a hacer para la ocasión.
La patada en el trasero que mi ego recibió fue tan fuerte que pasé cuatro años
y medio encerrado en mi casa comiendo chatarra y viviendo a través de Facebook,
sin ánimos para volver a buscar empleo ni para leer un libro, mucho menos uno
del mentado Jorge Cuesta.
Pero
por fortuna y gracias a que en un chat cibernético conocí un día a quien ahora
es mi novia y mi motivo –junto con mi madre– para salir adelante, las cosas han
cambiado. En pocos meses he adelgazado treinta kilos y hecho lo que no hice en
años enteros: comer vegetales, ejercitarme, ver la luz del sol, volver a leer. Salí
del atasco mental que me idiotizaba y calculé que si antes de ser rechazado en
la entrevista consumía sin prisas ni metas aproximadamente un libro a la semana,
durante los cuatro años y medio de mi ostracismo depresivo me perdí de
doscientos dieciséis libros. Lleno de coraje y lacerado por el escrúpulo del
tiempo perdido, decidí ponerme al corriente en un lapso de seis meses, para lo
cual era necesario cumplir con una cuota de 1.2 libros diarios. He descubierto
que esa meta lectora no es exagerada. Además, me queda tiempo suficiente
para ayudar a mi madre en su puesto de quesadillas y para videollamar a mi novia
por las noches. El mes pasado le prometí que conseguiría el empleo del que me
rechazaron hace un lustro y le juré que con mi primer sueldo la mandaré a traer
a México –vive en Chihuahua– para que
viva con mi madre y conmigo en este acogedor apartamento de infonavit.
Hace
unos minutos terminé de leer el libro 215 de mi lista y con ello siento que una
época oscura de mi vida está llegando a su final. Me refiero a los Ensayos escogidos de Jorge Cuesta editados
recientemente por el CONACULTA y cuya nota introductoria advierte que se trata
de una selección de textos tomados
del segundo tomo de las Obras reunidas del
mismo Cuesta que publicó en 2004 el Fondo de Cultura Económica. Escribo esto
antes de salir a la biblioteca en busca de ese segundo tomo de las obras de
Cuesta. Será el libro 216. Estoy decidido a conseguir el empleo y a impresionar a los
entrevistadores. Me siento de maravilla.
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