viernes, 7 de agosto de 2015

ESCRIBO ESTO ANTES DE SALIR A LA BIBLIOTECA EN BUSCA DEL SEGUNDO TOMO DE LAS OBRAS REUNIDAS DE JORGE CUESTA

La gente cree que la ignorancia literaria se lleva con impunidad, pero hace cinco años me negaron el trabajo de mis sueños porque los entrevistadores se dieron cuenta de que no había leído a Jorge Cuesta. Ahora sé que el puesto al que aspiraba estaba destinado a personas con un nivel literario superior al mío, sin embargo en el momento de la entrevista mi confianza estaba depositada en el estupendo traje Príncipe de Gales que mi madre, con muchísimos esfuerzos, me mandó a hacer para la ocasión. La patada en el trasero que mi ego recibió fue tan fuerte que pasé cuatro años y medio encerrado en mi casa comiendo chatarra y viviendo a través de Facebook, sin ánimos para volver a buscar empleo ni para leer un libro, mucho menos uno del mentado Jorge Cuesta.
            Pero por fortuna y gracias a que en un chat cibernético conocí un día a quien ahora es mi novia y mi motivo –junto con mi madre– para salir adelante, las cosas han cambiado. En pocos meses he adelgazado treinta kilos y hecho lo que no hice en años enteros: comer vegetales, ejercitarme, ver la luz del sol, volver a leer. Salí del atasco mental que me idiotizaba y calculé que si antes de ser rechazado en la entrevista consumía sin prisas ni metas aproximadamente un libro a la semana, durante los cuatro años y medio de mi ostracismo depresivo me perdí de doscientos dieciséis libros. Lleno de coraje y lacerado por el escrúpulo del tiempo perdido, decidí ponerme al corriente en un lapso de seis meses, para lo cual era necesario cumplir con una cuota de 1.2 libros diarios. He descubierto que esa meta lectora no es exagerada. Además, me queda tiempo suficiente para ayudar a mi madre en su puesto de quesadillas y para videollamar a mi novia por las noches. El mes pasado le prometí que conseguiría el empleo del que me rechazaron hace un lustro y le juré que con mi primer sueldo la mandaré a traer a México –vive en Chihuahua–  para que viva con mi madre y conmigo en este acogedor apartamento de infonavit.
            Hace unos minutos terminé de leer el libro 215 de mi lista y con ello siento que una época oscura de mi vida está llegando a su final. Me refiero a los Ensayos escogidos de Jorge Cuesta editados recientemente por el CONACULTA y cuya nota introductoria advierte que se trata de una selección de textos tomados del segundo tomo de las Obras reunidas del mismo Cuesta que publicó en 2004 el Fondo de Cultura Económica. Escribo esto antes de salir a la biblioteca en busca de ese segundo tomo de las obras de Cuesta. Será el libro 216. Estoy decidido a conseguir el empleo y a impresionar a los entrevistadores. Me siento de maravilla.

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