lunes, 7 de septiembre de 2020

Fiestas de disfraces

 

Mi madre amaba las fiestas de disfraces. Cada aniversario suyo el tema variaba: década de los setenta, de los veinte, de buchones, del cine de oro mexicano… Ella organizaba, invitaba por teléfono a la familia, preparaba la comida, arreglaba el pequeño departamento del Multifamiliar Tlalpan donde vivíamos. Obviamente mi hermano y yo hacíamos todo con ella, pero durante mucho tiempo fuimos unos jóvenes puñeteros sin dinero ni voluntad de ahorro, así que la fecha solía sorprendernos con poca solvencia y por ende las fiestas resultaban modestísimas. Tampoco nos tomábamos demasiado en serio la elaboración de los disfraces: un par de días antes pepenábamos cualquier cosa y nos la poníamos encima. Su último cumpleaños, en 2018, fue de gitanos: el más bonito. Ese día ella lució espectacular. Se adornó profusamente, pero la realidad era que no le hacía falta: desde que tengo memoria mi madre parecía una gitana de cuento, aire que mi hermano heredó. Yo y el resto de la familia hicimos lo que pudimos con nuestros aspectos. Al final nos divertimos con plenitud. Sin embargo, un año después, ya huérfano y con los incendios sitiando la ciudad, me atormenté pensando que en esa ocasión yo había tenido clara conciencia de que ese aniversario era el último que mi madre viviría y de cualquier forma no me moví lo suficiente para organizar una gran fiesta como ella se merecía, La Fiesta De Gitanos Más Grande Del Siglo, con la cumpleañera riendo cantadora, barroca de abalorios, rodeada de funámbulos y cartomantes que la chulearan, total, conozco a mucha gente que aun sin disfraz hubiera conformado un elenco inolvidable…

No hay comentarios:

Publicar un comentario