jueves, 16 de julio de 2015

Un texto que escribí en septiembre de 2012 y del que tiempo después renegué

Entre septiembre de 2011 y enero de 2013, si no recuerdo mal las fechas, escribía yo una columna mensual para el periódico Vícam Switch de las comunidades yaquis de Sonora. Muchos de esos escritos encontraron un espacio posterior en mi libro El investigador perverso y otros ensayos, sin embargo, muchos otros quedaron fuera porque no me gustaron. El siguiente es uno de los rechazados. Ahora no estoy seguro del porqué. Lo publico aquí sólo para tener una suerte de archivo que a nadie le importa. No cambié nada y, si lleva erratas, advierto que no quiero borrarlas. Aquí la liga de la hemeroteca del Vícam Switch.

El clan de las gafas oscuras

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Quien me vea en la calle sabrá que soy una persona normal. Sin embargo, cuando uso mis lentes negros, logro transformarme en espía, en miembro de una secreta secta de asesinos, en alquimista. Permítanme que dé rienda suelta a la fantasía que despiertan en mí las gafas oscuras. Fantasía que, además, todos compartimos. Los lentes de sol, irresistibles y avasalladores fetiches del glamour, accesorios de la vestimenta cuyo influjo parece reducirse a las satinadas y frívolas nubes de la moda y la apariencia, son en realidad objetos que permiten asociaciones sutiles y lejanas, madejas de las que corre un hilo oculto que nos conduce a un viejo y común anhelo: el anhelo del misterio, la seducción de la penumbra y lo secreto: la negación de lo conocido y lo luminoso.

            Me pongo las gafas y camino por una concurrida avenida. Mi paso es decidido. La gente con la que me cruzo no puede verme a los ojos, y por eso me siento con ventaja. Exagero una actitud de seguridad que, no lo niego, resulta un poco sobreactuada. No soy yo, son mis lentes. Sigo caminando, paso frente a un ventanal que me refleja: la imagen que me devuelve es lisonjera: estos Ray-Ban hacen de mí un tipo atractivo y misterioso. Soy el Hombre de Negro. Soy el enemigo secreto de la sociedad. Pertenezco a un clan peligroso. Sé algo que nadie sabe. (“¿Quiénes son los enemigos? Supongamos la existencia de un grupo al que llamaré los Hombres de Negro”, dijo Jacques Bergier, citado por Sergio González Rodríguez en su libro La pandilla cósmica).

            Parado en la calle, detenido frente a mi reflejo, recuerdo que cuando escucho hablar de clanes secretos, pienso irremediablemente en pequeñas comunidades de elegidos que protegen una verdad oculta. También pienso que esos temas son propios de algunos libros best-seller que no pasan de ser, para los lectores serios, entretenidas bufonadas esotéricas… De pronto descubro –coincidencia casi mágica- que el ventanal donde brevemente me he reflejado es un escaparate de la tienda Sanborns. Detrás del vidrio se exhiben varios de los best-seller que he mencionado. Recuerdo uno en particular, cuyo argumento me fue resumido por un amigo en una entretenida plática. Me refiero a Ángeles y demonios, de Dan Brown, donde supuestamente aparece un personaje perteneciente a la antigua secta de los Hassassiyn (nombre que significa literalmente “ebrios de hachís” y que posteriormente pasó a formar en muchas lenguas la palabra “asesino”). Pues bien, meses después de aquella charla, supe la verdadera historia de los Hassassiyn, también conocidos como la Secta de los Asesinos. Lo que más me llamó la atención fue la figura enigmática de su líder, el Viejo de la Montaña, Rashid al-Din Sinan, quien vivió entre los siglos XI y XII y difundió con rigor y violencia su forma de entender la vida según los preceptos musulmanes (una de sus estrategias de control era precisamente la planeación de asesinatos selectivos contra sus enemigos). Algunos dicen que justo antes de morir, el Viejo de la Montaña llamó a los más fieles de sus fanáticos discípulos para que escucharan el máximo secreto, la máxima verdad. Dicen que dijo: “Nada es cierto; todo está permitido”.

            Pero ¿y los lentes negros qué tienen que ver con esto? Todo y nada. Si se tiene en cuenta que son objetos pertenecientes al superfluo mundo de la moda y el consumo, lo más cuerdo es pensar que están alejadísimos de complejas exégesis de libros sagrados y sabidurías ocultas. Sin embargo, no es así. Dado que es sabido que el misterio y el secreto son, por regla general, las cualidades que más nos atraen, y que el mundo subterráneo de las sectas y los clanes nos resulta altamente seductor (la comprobación de esto es la proliferación de libros, películas, videojuegos y demás productos que con este tema se venden por montones), no es difícil darse cuenta de que la inteligencia del mercado inventó y moldeó el producto perfecto para satisfacer el vehemente deseo que los consumidores tenemos de mostrarnos como personas enigmáticas: los lentes oscuros. Basta con echar un vistazo a las imágenes de las estrellas del pop, y aceptar que todo lo que ellas usan nosotros quisiéramos también lucirlo. Hágase la prueba: hay que escoger a cualquier celebridad y buscar en internet las fotos que de ésta existan. Es indudable que en las que se muestran con lentes oscuros – que son muchísimas-, esos personajes nos gustan más porque, al ocultar su mirada, parecen decirnos: “a pesar de que todos me conocen y a pesar de mi fama, soy parte de un mundo secreto e inalcanzable, soy un misterio, pertenezco a una secta exclusiva: la secta del espectáculo”. Basta también con observar una magnífica representación del misterio que las sociedades ocultas evocan para convencerse de que éstas, o por lo menos sus imágenes reelaboradas, son ahora productos del espectáculo y la moda. Me refiero, por supuesto, a la película Matrix, cuya trama consiste, como todos saben, en las aventuras de un grupo reducido de elegidos que, integrados bajo la forma de un clan secreto, resguardan una verdad oculta. ¿Recuerdan el cartel publicitario del filme? En primer plano se ve al protagonista, Neo, luego a Morfeo, Trinity y Cifra. Todos llevan lentes oscuros y una vestimenta glamurosa. ¿Cuál es el secreto que ellos poseen en la película? Saben, ni más ni menos, que la realidad no es real, y que por lo tanto todo es posible: por eso Neo puede volar y luchar contra miles de enemigos... ¿No era eso lo que quería decir también el Viejo de la Montaña? Lo malo es que esta historia es para nosotros sólo una ficción irrealizable, un simple cartel publicitario, una manera de usar lentes negros.

            Confieso que he caminado sintiéndome un poco como Neo y Morfeo. Confieso también que a veces quisiera comportarme como esos personajes lo hacen: ser misterioso, el estridente enemigo de las reglas sociales: negar todo para que todo sea posible. Quisiera ser, como diría González Rodríguez y Jacques Bergier, un Hombre de Negro: causar miedo y atracción. Sin embargo, no lo soy. Lo más triste es que volteo a mi alrededor y descubro que nadie lo es. Nos conformamos, por comodidad, con los productos y el espectáculo de falso misterio y transgresión que el mercado nos invita a consumir. Estamos inmovilizados frente a las imágenes de una acción que nos da miedo realizar. Nos pasa lo que Guy Debord explicó: “La alienación del espectador para provecho del objeto contemplado –el yo idealizado de uno mismo, o cualquier parte de él- puede resumirse de este modo: cuanto más se contempla, menos se vive; cuanto más acepta uno reconocerse a sí mismo en las imágenes dominantes de la necesidad, menos comprende su propia existencia y sus propios deseos”. Somos incapaces de formar una secta secreta que se atreva a cambiar con ingenio las reglas sociales y así poder retomar el control de nuestra existencia, pero nos resulta fácil ser parte del club de admiradores de la película Matrix sin darnos cuenta de que, como dijo Miguel de Unamuno, “el que no puede ser otra cosa es socio de un club”. Y pienso ahora, mientras camino luciendo mis lentes negros por la calle, que el principal problema es el modo equivocado de realizar y concebir lo que queremos ser. ¿Seguiremos viviendo a través de películas, libros y costosos accesorios de moda, o nos atreveremos por fin a realizar nosotros mismos la conspiración de la vida? Quizá sea necesario formar un clan secreto cuya principal divisa diga algo parecido a: “TODO ESTÁ PERMITIDO: LA VIDA ES UN MISTERIO QUE NO NECESITA LENTES OSCUROS”.

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