martes, 22 de enero de 2019

Zoológico

27 de diciembre, 26 días después de la muerte de mi madre.

Traje al zoológico a la Jana, mi ahijada, de trece años.

En el mariposario, descubrimos que esos insectos viven dos semanas

Las tarántulas, en cambio, viven 20 años

Tú cuántos vivirás, Jana

Mamá tenía 61 años, seis meses y doce días de edad

Spinoza se divertía viendo peleas de tarántulas en cajas

El insecto palo sabe del sosiego porque puede ser aplastado como una varita cualquiera en el bosque

El mandril

El jaguar negro

Los úrsidos

El tapir -gigante-

Todos morirán

La sabiduría del orangután, ni por asomo puedo transmitir la expresión de su rostro, la hermosa tonalidad del pelaje, la abismal tristeza de sus ojos, la tersura lenta de los movimientos, la acariciadora fuerza de sus manos, la estrangulación latente y adormilada en sus dedos.

Una víbora amarilla y blanca, se mueve como la tripa de un monstruo helado, como un río fantástico, como una corriente de sangre fría

La onda china de los pandas gigantes

Imagino -deseo- un zoológico donde una de las reglas para los humanos sea callar. Mostrar nuestro respeto hacia la magnificencia animal

El tigre

El tigre se mostró. Poco hay que decir. Acaso intentar imitarlo en versión humana. Estaba cansado. yo. Él. Algo sé, ahora, de la vida. El tamaño, la grandeza. La delgadez y la fortaleza, la virilidad. Tigre. Esa palabra. El gesto de la jeta: filósofo desengañado. Todo lo conoce de la ferocidad inevitable de la existencia. Saberse el rey y, a la vez, saberse en riesgo, a merced de los rifles, de la destrucción de la selva. Esa es la sabiduría del tigre, el cazador.

Contemplar un tigre es ver una página escrita en un lenguaje de caligrafía incomprensible. Ver una página escrita en árabe. Admirarla sin esperanza ni pretensión de comprenderla.

Andar con el movimiento atigrado de los omóplatos. El tigre, las bielas de sus clavículas.

Una máquina enfundada en piel de tigre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario