27 de diciembre, 26 días después de la muerte de mi madre.
Traje al zoológico a la Jana, mi ahijada, de trece años.
En el mariposario, descubrimos que esos insectos viven dos semanas
Las tarántulas, en cambio, viven 20 años
Tú cuántos vivirás, Jana
Mamá tenía 61 años, seis meses y doce días de edad
Spinoza se divertía viendo peleas de tarántulas en cajas
El insecto palo sabe del sosiego porque puede ser aplastado como una varita cualquiera en el bosque
El mandril
El jaguar negro
Los úrsidos
El tapir -gigante-
Todos morirán
La sabiduría del orangután, ni por asomo puedo transmitir la expresión de su rostro, la hermosa tonalidad del pelaje, la abismal tristeza de sus ojos, la tersura lenta de los movimientos, la acariciadora fuerza de sus manos, la estrangulación latente y adormilada en sus dedos.
Una víbora amarilla y blanca, se mueve como la tripa de un monstruo helado, como un río fantástico, como una corriente de sangre fría
La onda china de los pandas gigantes
Imagino -deseo- un zoológico donde una de las reglas para los humanos sea callar. Mostrar nuestro respeto hacia la magnificencia animal
El tigre
El tigre se mostró. Poco hay que decir. Acaso intentar imitarlo en versión humana. Estaba cansado. yo. Él. Algo sé, ahora, de la vida. El tamaño, la grandeza. La delgadez y la fortaleza, la virilidad. Tigre. Esa palabra. El gesto de la jeta: filósofo desengañado. Todo lo conoce de la ferocidad inevitable de la existencia. Saberse el rey y, a la vez, saberse en riesgo, a merced de los rifles, de la destrucción de la selva. Esa es la sabiduría del tigre, el cazador.
Contemplar un tigre es ver una página escrita en un lenguaje de caligrafía incomprensible. Ver una página escrita en árabe. Admirarla sin esperanza ni pretensión de comprenderla.
Andar con el movimiento atigrado de los omóplatos. El tigre, las bielas de sus clavículas.
Una máquina enfundada en piel de tigre.
"Son mis confesiones y, si nada digo en ellas, es que no tengo nada que decir". Fernando Pessoa, Libro del desasosiego
martes, 22 de enero de 2019
Ahora mismo
Cuando se está bajo el influjo de la mariguana (como ahora
mismo), los mecanismos mentales se vuelven más caóticos y las ideas más
irrecuperables. En su estudio sobre los efectos del hachís, Baudelaire llamó rapsódicos a los pensamientos
narcotizados. Con ese adjetivo se refería tanto a los relatos compuestos por
fragmentos misceláneos, como a la figura del rapsoda, recitador de epopeyas.
Una historia contada por alguien que junta retazos de otras historias, tal es
lo que sucede en la mente cuando se consume mariguana. Eretismo neuronal.
¿Dónde surgió la idea que ahora me ocupa?, se pregunta, perplejo, el mariguano,
y su duda es en el fondo una preocupación por el origen de los pensamientos.
Preocupación irresoluble porque ninguna idea, por independiente y disparatada
que parezca, surge de la nada sino que es derivación de una previa que a su vez
se originó en una anterior surgida de otra y otra: vertiginoso regressus que se remonta al primer
impulso mental ocurrido al nacer o incluso antes. Derivaciones y
contaminaciones de la primera sinapsis. Se necesitaría una memoria portentosa
para llegar a ella, pero si alguien lo lograra se disolvería en su espantosa
simpleza, semejante a una cegadora sensación amniótica. Aunque, bien vista, esa
idea primordial no es el kilómetro cero de todas las ideas: su origen es previo
a su propia existencia, se encuentra en la carga genética heredada de los
antepasados, en la paulatina y paciente evolución que todos los seres vivos
comparten, en la reminiscencia de los reptiles o en el sustrato ictiológico, en
la forma de organización de las bacterias, en reacciones químicas sucedidas
hace millones de años en los abismos de mares primitivos. Un pasado remoto que
contiene en potencia todo lo que ocurre en la mente humana.
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