La vuelta de tuerca comienza a girar, según
el autor, en la década de 1970 con la industrialización del municipio, cuando las
fábricas y las viviendas pobres le fueron ganando espacio al campo. Yo opino,
sin embargo, que debería remontarse al decreto presidencial que Ruíz Cortines
dio a conocer en 1952. Pero ya se han visto los excesos causados por el deseo
de llegar al origen de las cosas, así que digamos que esta historia urbana
comienza en los setenta, al mismo tiempo que los trabajadores del corredor industrial
de San Pedro Xalostoc (ubicado a quince kilómetros de Guadalupe Victoria) se unían
al circuito de huelgas nacionales que por esos años conformaron una época
conocida como “la insurgencia obrera”.
La inconformidad era una corriente que barría las calles, sobre todo en un lugar cuyo topónimo significa “En
el cerro del viento”. El 12 de noviembre de 1971, un grupo de guerrilla urbana asaltó
–“expropiaciones al capitalismo”, llamaban a ese tipo de acciones– Aceros
Ecatepec, y poco después explotó una huelga masiva en Sosa Texcoco, una de las empresas
ecatepenses más grandes y exitosas. Simultáneamente, El Chango peleaba por los
suyos y en decenas de lugares la gente respondía ante los abusos. Aunque Luis
Echeverría decía que el país iba “arriba y adelante”, no se respiraba calma por
ningún lado. Dice Ruíz Parra: “El campo mexicano caía en la bancarrota y
arrojaba a miles de jornaleros a un éxodo silencioso hacia Estados Unidos. Los
campesinos de Guadalupe Victoria, privados de sus tierras, buscaron otros
oficios. Se hicieron artesanos. Algunos de ellos se contrataron como obreros en
la zona fabril. Otros se emplearon como albañiles. Muchas mujeres se hicieron
sirvientas en hogares de clase media en la Ciudad de México. Vivían cinco días
en las casa de sus patrones y regresaban sábados y domingos a su pueblo”.
La
vida, de por sí difícil, se precarizó, exactamente como sucede hoy en día. El
terremoto de 1985 dejó sin casa a miles de capitalinos que tuvieron que ir a
vivir a las periferias. Lo mismo pasó debido a la crisis económica de 1995. Y
los terrenos de Potrero del Rey y La Laguna continuaban en litigio, fértiles y
apetecibles para cientos de personas sin hogar y para unos cuantos abusadores.