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Dibujo de la mexclapique en el Cuaderno negro |
“Como muchas otras cuestiones, el tema de
la ictiofauna de la Cuenca tiene muchos problemas abiertos. ¿Cuáles y cuántos
peces había en las aguas de qué lagos? De la información que discutiré a
continuación se deduce que había una población piscícola sumamente elevada”, Gabriel
Espinosa, “4. Los peces del lago” en El embrujo del lago, UNAM,
México, 1996, p. 115 ■ ¿Cuáles y cuántos? ■ Precisión
imposible ■ Cantidades ■ Variedades ■ Semejanzas ■ Grupos ■
Abordada en el taller de la escritura, la
cuestión del mesclapique presenta dilemas ortográficos.
Muchas
personas suelen escribir mescalpique (el
corrector de Google Drive así lo sugiere), quizá para evitar el doble sonido
consonántico cl que, sumado al de por sí complejo x,
altera la castiza pronunciación del castellano ideal. A mí se me antoja que la
forma correcta es con cl: mexclapique.
El
asunto de la segunda consonante es menos claro. Existen al menos tres maneras
de escribir la palabra: mexclapique (por amor a la Santa
Cruz x, la opción que yo prefiero), mezclapique o mesclapique,
como postula el Diccionario de Mexicanismos de la Academia
Mexicana de la Lengua con base en una cita de Los bandidos de Río Frío,
de Manuel Payno:
Uno
de mis muchachos está sentado en un puesto cercano al de Cecilia, comiéndose un
taco de mesclapiques con aguacate.
La
cita de Payno me abrió el apetito. No aguanté las ganas y me fui a pescar
mexclapiques en Los bandidos de Río Frío. Hasta el día de hoy, 22 de
noviembre de 2021, solo he leído el primer tomo (713 páginas; me faltan mil).
Sin embargo, no me quejo porque, desde el inicio, la pesca fue buena. En la
página 38, por ejemplo, encontré lo siguiente:
Cuando
las dos Marías [Jipila y Matiana] establecieron con cierto crédito su nuevo
comercio, mucho más lucrativo y noble que el de los mosquitos y acociles,
abandonaron el pueblecillo de las Salinas y vinieron a residir a Zacoalco.
Situado en la falda de una serranía desolada cubierta de abrojos, y en las
márgenes áridas de color ceniza del lago, nada tiene de agradable, pero para
ellas era una gran capital y estaban como quien dice ´en su centro´, cerca del
lago, que constituía su despensa. Con el mosquito, y en caso apurado ranas, mesclapiques 3 y
acociles, tenían para comer; y si caía algo en dinero, lo dedicaban al maíz,
leña y manta.
Es interesante observar que, en esa época (principios del siglo XIX), los lagos
de la Cuenca de México constituían “la despensa” de amplios sectores de la
población. Otra cosa digna de notar es que el propio Payno escribió con
cursivas la palabra mesclapiques, y además le colocó
una nota aclaratoria que define de la siguiente manera el objeto ictiológico del
que nos ocupamos: “3Pescados que abundan en los lagos; son muy
pequeñitos”. ■ ¿Tan pequeñitos como gusarapos? ■
El mesclapique “tiene una importancia
histórica destacada por ser el primer pez nativo descrito por un investigador
mexicano,” https://www.naturalista.mx/taxa/101459-Girardinichthys-viviparus)
■ ¿¡Viva México!? ■
“Mesclapique -- Girardinichthys
viviparus (Bustamante). Sin duda el pez nativo más ampliamente distribuido
en el Valle de México, además del más abundante. Bustamante, en 1837, lo
encontró en lagunas y acequias de México. Según Álvarez del Villar y Navarro
(1957) es el primer pez descrito por un mexicano. No dudamos que por la fecha
de descripción sea incluso el primer vertebrado descrito por un naturalista
mexicano”, biólogo Pedro Reyes Castillo, “Fauna de la Cuenca del Valle de
México” en Memoria de las obras del Sistema de Drenaje Profundo del
Distrito Federal, Tomo I “Descripción de la Cuenca”, Departamento del
Distrito Federal, México, D.F. 1975, p.157 ■ El pez más
abundante del Valle de México ■ El lugar número uno ■ ¿Será cierto? ■
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Taco de mexclapiques con aguacate |
Indra:
El primer pez descrito por un mexicano. Esa afirmación me deja con la boca
abierta y el ojo cuadrado.
Pájaro Al-Dabi:
Es como decir que antes de 1837 (año en que don Miguel Bustamante y Septiem
publicó en el tomo II del Mosaico Mexicano su artículo
“Descripción del Mexclapique (Cyprinus viviparus)”), ningúnx otrx
mexicanx se aventuró jamás a emprender ninguna expresión verbal o gráfica
acerca de ningún pez.
Indra: El
problema, desde luego, es nominal. No gratuitamente se mencionó al comienzo de
este texto el hecho de que Abraham, el director ejecutivo de El show de
cocina con títeres más popular del lago de Texcoco, sostenía en su mano
derecha el poemario El otro, el mismo, de Borges. Y es que Abraham,
conocido por sus muchos y fieles seguidores como “El Sabio Más Chido de
Chimalhuacán”, había leído en voz alta el poema titulado “El Golem” antes
de comenzar la grabación: “Si (como el griego afirma en el Cratilo) / el nombre
es arquetipo de la cosa, / en las letras de rosa está la rosa
/ y todo el Nilo en la palabra Nilo”.
Pájaro Al-Dabi:
¡Ajajá! Sí es cierto: has realizado una buena conexión ensayística. Lo que
Bustamante hizo al describir, clasificar y nombrar científicamente a ese pez,
fue un intento por crear un arquetipo convencional (aceptado por una comunidad
internacional, pretendidamente racional y claramente occidental) que iluminara
y abalara la existencia de dicho animalito, antes perdido bullendo a madres en
el fango lacustre de la indistinción y la premodernidad (según los parámetros
de la ciencia decimonónica). Como el Judá León del poema, Bustamante “se dio a
permutaciones / de letras y a complejas variaciones / y al fin pronunció el
Nombre que es la Clave”: Mesclapique, Cyprinus viviparus.
Indra:
Eso nos coloca de golpe en el camino de la sospechosa semejanza fonética entre
los verbos describir y descubrir, con las
implicaciones coloniales que se han desprendido de ese binomio desde el mal
llamado “Descubrimiento de América” y su género literario consecuente: las
Crónicas de Indias. Teniendo en cuenta, pues, el aspecto colonial del asunto,
no debemos olvidar que descubrir y describir,
aunque originalmente ceñidos al ámbito de la epistemología, son acciones que,
acaso involuntariamente, terminan más temprano que tarde al servicio de la
dominación y el saqueo capitalista administrado desde la Metrópoli.
Pájaro Al-Dabi: De
ahí la discusión que tú y yo hemos tenido acerca de la necesidad de subvertir,
o al menos abordar de forma crítica, la figura del “cronista de indias”. Para
mí, la única manera viable de hacerlo es rehuyendo del realismo a través del
ensayo literario y el Gallito-Pericón, es decir escapando en bicicleta con
el libro Ocaso de sirenas esplendor de manatíes dentro de la
mochila rumbo al país de los pájaros fantásticos, única hybris
comprensible y perdonable en un “cronista de indias”.
Indra:
Suscribo tu idea. De hecho, yo salgo a la ventana unos minutos cada hora a
cotorrear como gallo cantor. Y también creo con firmeza que no todos lxs
cronistas de indias eran obrerxs alienadxs en la gran maquila del colonialismo
rapaz. Sin duda muchxs realizaron sus investigaciones enamoradxs aullándole al
cielo en celo, como estoy casi segurx que hizo don Miguel Bustamante y Septiem
cuando describió al mesclapique, ese tierno pececillo de dos pulgadas las
hembras.
Pájaro Al-Dabi: Podríamos
discutir largamente ese punto. Yo también creo que las investigaciones se
realizan por amor. Al menos las investigaciones chidas, aquellas cuya
motivación principal no es el interés pecuniario, las cuales, hay que decirlo,
son muchísimas, pues, contrario a lo que suele creerse, la gente emprende todo
el tiempo proyectos sin finalidades capitalistas, por el puro gusto de entender
fragmentos del mundo, generar parentescos, dejar constancia de la destrucción,
lanzar botellas al mar, ocupar lúdicamente el tiempo, cuidar entidades o
reunirse con amigxs humanxs y no humanxs para echar el taco y el pulque.
Pájaro Al-Dabi:
¡Salud por eso! Oye: ¡qué buen mezcal, eh! Está fino; entumece la lengua.
Yo le cambiaría el nombre y lo llamaría mesclal.
Indra:
¡Salud, pájaro! Volviendo al punto, a mí me viaja muchísimo el hecho de que las
investigaciones desinteresadas, amorosas y afectivas, sean susceptibles de
terminar como herramientas del despojo en manos de las fuerzas malignas de la
destrucción capitalista. ¿Es algo que se encuentra fuera del control de quienes
investigamos? La cuestión me genera ansiedad.
Pájaro Al-Dabi:
Al respecto, creo haber alcanzado la apatheia. Unx hace algo y
después lo libera en el agua de la comunicación humana, ese espacio
inabarcable, pletórico de infinitas causas y efectos y eutroficado con
interpretaciones rizomáticas sobre las cuales no ejercemos —no podemos hacerlo—
ningún tipo de control, más allá del que consigamos volviéndonos flores.
Indra: Apatheia,
el concepto estoico que mencionó El Epazote. Se refiere al estado mental
alcanzado por una persona cuando distingue los eventos sobre los que su
voluntad tiene control de los que no. Así mismo, se trata de una disposición
anímica que evita generar interpretaciones, culpas y recriminaciones a
propósito de los infortunios inevitables que trae la vida: la enfermedad, el
dolor, el incendio, la peste y la muerte; y también vanaglorias a propósito de
las siempre fugaces prosperidad, salud y felicidad.
Pájaro Al-Dabi:
Creo entender la confusión confesada por El Epazote. Más allá de la niebla
generada por la similitud fonética con la palabra apatía (son
cosas distintas), la dificultad que postula la apatheia radica
en discernir entre eventos naturales de los que no lo son. Tú
mencionaste “el incendio, la peste, la muerte”, y yo me pregunto qué tanto de
ellos se encuentra ligado a nuestra voluntad. Hoy sabemos que muchos desastres
naturales (el peligro de extinción al que ha sido orillado el mesclapique, por
ejemplo) son causados por acciones humanas dependientes de voluntades
concretas.
Indra: La
potencia de la apatheia está en saber ubicar el propio cuerpo
dentro de las causas y efectos del mundo. ¿Tú cuerpo es responsable de la
extinción del mexclapique? No, al menos no de una forma ligada directamente a
tu voluntad. ¿Tu cuerpo puede hacer algo para ayudar al mesclapique? Quizá, si
se desplaza radicalmente y en su camino desplaza a otros muchos cuerpos. ¿Tu
cuerpo debe ser pasto de pasiones por la situación crítica del mesclapique? Yo
diría que no, si tales pasiones se traducen en ansiedad, tristeza, odio; y
diría que sí, en caso de que movilicen tus energías creativas.
Pájaro Al-Dabi:
Ya, sí, sí, sí, cámara, va, chido, arre, yastás. Tus palabras me han hecho
pensar que una estrategia efectiva para las investigaciones artísticas amorosas
es la instilación ininterrumpida de ficción, debraye, poesía y locura hasta que
la solución artística cripto-fantástica corroa el matrimonio mefistofélico del
saber y el colonialismo capitalista.
Indra: Coincido
contigo: la literatura, el pensamiento y el arte de la vida diaria son, al
menos idealmente, agentes disruptivos en los circuitos del capital, aunque,
como tú bien sabes, el mismo capital quiere a toda costa asimilarlos y por eso
el arte siempre debe estar a salto de mata.
Pájaro Al-Dabi:
Ya lo sé, ¡caray! Por eso mismo voy a sacar de su jaula al Gallito Pericón.
Indra: Por
cierto, pájaro, ya que hablas de pájaros, ¿sabías que don Miguel Bustamante
publicó en el Mosaico Mexicano un artículo titulado
“Ornitología. El censontle (Turdus polyglotus)”?
Pájaro Al-Dabi: ¡Ah,
caray, no lo sabía, cuéntamelo todo!
[…]
Miguel Bustamante y Septiem, “Descripción
del Mexclapique (Cyprinus viviparus)”, tomo II del Mosaico
Mexicano, p.116, imprenta de don Ignacio Cumplido, México, 1837:
Este
pescado comunísimo en las lagunas y acequias de México se diferencia de otras
especies porque la [aleta] dorsal y la anal constan de 14 a 16 radios y la
caudal de 28 a 30. Tiene el cuerpo de una y media a dos pulgadas de longitud,
de color parduzco en el dorso y blanquecino todo lo demás, está lleno de fajas
blancas que varían en amarillas cuando se infunde en aguardiente para
conservarlo.
El abdomen es blanco y muy ensanchado en
las hembras cuando se hallan próximas al parto, si en esta época se comprime el
abdomen, sale una bolsa que contiene de 20 a 30 pescaditos que nadan con mucha
velocidad.
El vulgo conoce a este pescado como
mexclapique.
Abunda dicho pescado en los contornos de
México, tanto en las aguas corrientes como en las encharcadas, procrea en todos
los tiempos, y se vende con frecuencia en las plazas y mercados; aunque su
consumo es entre la gente pobre, suele comerse todo entero cuando son pequeños,
y despojados de la cabeza y cola cuando son grandes; se preparan de varias
maneras y no es desagradable su sabor si se le junta con una buena salsa.
El arte de la ficha bibliográfica en el
texto “La vida y la obra de don Miguel Bustamante y Septiem”, de Manuel
Maldonado Koerdell, Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural,
Vol. I, Núm. 3, agosto, 1940:
La
“Memoria instructiva para colectar y preparar para su transporte los objetos de
Historia Natural”, es un folleto escrito por Bustamante y publicado por
Cumplido, en México, en 1839. En sus 29 páginas se leen: una dedicatoria al
ilustre Conde de la Cortina fechada en abril de 1838, un corto prólogo y una
serie de instrucciones para preparar aves, mamíferos, reptiles, “pescados”,
“crustacios”, insectos y “molluscos” en lo que se refiere a los animales y para
formar herbarios, conservar semillas, frutos, maderas y raíces, obtener gomas,
resinas y otros productos vegetales. Termina con unas cuantas líneas dedicadas
a la recolección de Criptógamas y minerales.
Cuando me vaya al mundo de los pájaros fantásticos no debo olvidar la “Memoria
instructiva” de Bustamante.
Hoy en día, la Lista Roja de Especies
Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza
considera al mexclapique en Peligro Crítico de Extinción, lo que quiere decir
que el pez ha mostrado “una fuerte caída de entre un 80% y un 90% de su
población en los últimos 10 años o 3 generaciones, fluctuaciones, disminución o
fragmentación en su rango de distribución geográfica, o una población estimada
siempre menor que 250 individuos maduros.”
Lo que aparece en el lugar de lo que
desaparece.
De
la misma forma como se aborda críticamente la figura y la labor de lxs
“cronistas de indias”, el concepto EXTINCIÓN se toma con pinzas. Este ha sido
utilizado como justificación para apoderarse de territorios y recursos. Algunas
zonas en las que se ha declarado la extinción de ciertas especies son
susceptibles de sufrir un cambio de uso de suelo con fines extractivos bajo el
pretexto de que “ya no hay nada que proteger-conservar-dejar vivir porque ya se
extinguió.”
Casi
siempre, lo que se chinga primero es el hábitat, no las especies directamente,
sobre todo si estas no tienen un interés comercial importante. Las especies
resisten, literalmente, hasta morir.
Del
mesclapique y su resistencia vale la pena señalar la siguiente observación de
Gabriel Espinosa:
Resalta
también la vitalidad del Girardinichthys viviparus, especie antes
endémica de la Cuenca de México que se las ha arreglado nada menos que a través
del drenaje para colonizar el río Tula. Tal vez algo que le ayuda es que
su alimentación es de tipo mixto y consiste en diversas sustancias vegetales y
larvas acuáticas de insectos.
[Las negritas son mías]
Drenaje: “De uno de sus
costados salían seis largos tubos que llevaban el agua, a chorros, del estanque
al río [...] El gran tubo se conectaba de forma enigmática con la fuente
infernal; era como si estuviera sodomizando en secreto algún orificio
tecnológico escondido; como si le provocara un orgasmo a un monstruoso órgano
sexual (la fuente). Un psicoanalista podría decir que el paisaje mostraba tendencias
homosexuales, pero yo no daré una conclusión antropomórfica tan burda. Solo
diré: Estaba ahí”. Robert Smithson, “Un recorrido por los monumentos de
Passaic, Nueva Jersey”, en Selección de escritos, Alias, 2009, México,
p. 91. ■ Drenaje venéreo ■
En el caso del drenaje de la Cuenca de
México y de la fuga del mexclapique (la eyaculación de peces diminutos en otra
cuenca hidrológica) a través del tajo de Nochistongo o el túnel de
Tequixquiac, se podría hablar de algo simultáneamente venéreo y geológico.
Habla
El Epazote:
—El pueblo mexclapique se
encuentra en permanente y heroico estado de resistencia (luchando por su vida, su
casa y su comida), como nosotrxs mismxs y como todxs ustedes, pues, ¿acaso
dudan de que estar aquí, cocinando estos platillos antiguos de honda raíz
biocultural, en compañía de ingredientes hermosos y personas bellas, sea una
declaración de lucha, un acto de agonismo político?
Otra diferencia entre el tamal y el
tlapique es que, durante la preparación, el tlapique prescinde el vapor de agua
como agente de cocción y en su lugar echa mano del tlecuil y el comal, a cuyo
ardor son relajados los tlapiques hasta que las hojas de maíz se chamuscan y el
interior queda bien cocido. Un tlapique es, pues, un tamal tatemado.
“Cuando María Jipila acababa de despachar
a sus marchantes y tenía ya el ceñidor repleto de cuartillas, de pesetas y
reales lisos, descansaba un momento, sacaba una gorda de elote y un tamalito de
mesclapiques, unos chiles verdes, picantes como la lumbre y un poco de sal, y
comía que daba gusto”, Manuel Payno, Los bandidos de Río Frío,
capítulo III “Las brujas”.
Cabe
preguntarse si lo que sacaba María Jipila no era un tamalito sino, en realidad,
un tlapique de mexclapiques.
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Tlapique de mexclapiques que me regaló Luigi Amara
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